lunes, 30 de julio de 2007

Disertaciones nocturnas


Entusiasmados con la conversación no se dieron cuenta de la hora que era. Después de haber cumplido con el rito semanal del partidito de fútbol en la cancha de siempre, este entusiasta grupo de amigos estructuró su post amistoso en torno a un par de muzzarellas y unas cuantas cervezas rubias.

Como siempre, la charla se sometía a un furioso zapping no sin antes agotar el tema que ocupaba el centro de la escena. Cuando se llegó a la tercera hora de parloteo, diversas argumentaciones (algunas muy elaboradas; otras icomprensibles) habían sido analizadas desde distintos puntos de vista. Era, sin más, el clásico ejercicio retórico que se practica día a día en todo el mundo y se remonta hasta la epoca dorada de los griegos.

Atrás habían quedado un par de patadas a destiempo y cientos de protestas producto del juego apasionado, tal como se vivía en aquel pequeño reducto verde. La costumbre o el azar habían elegido un bar de mala muerte como destino de aquellos encuentros. El mozo de siempre, con su delantal blanco y su pelada lustrada, miraba cada 15 minutos su reloj esperando que la hora avanzara sin cesar.

El ambiente del local podía compararse con un antro de Constitución a las 3 de la mañana de un martes. Algo que, sin embargo, no disgustaba al sexteto presente que fogoneaba cada tema como si fuera el último, no sin antes llenar y vaciar sus vasos.

Cuando un tercio de los problemas del mundo pudo ser resuelto con un par de conceptos que conformaron a todos (o a casi) , los muchachos cayeron en la cuenta de que la noche ya estaba avanzada y que por más que se apuraran a tratar más temas en esa sesión no iban a terminar antes del amanecer.

Por eso, de común acuerdo decidieron aplazar el tratamiento de varios temas y anotarlos para el siguiente meeting. Lamentablemente, lo que les quedaba por delante no eran temas para nada sencillos: aún debían solucionar el hambre en el América Latina, el futuro de Africa y la problable despenalización del consumo personal de Churro Loco en la Argentina.

Cómo se verá, el temario restante comprendía un volumen muy importante que, seguramente, demandaría unas cuatro o cinco reuniones más. Pero, lo que dejaba internamente satisfechos a los seis personajes era que una vez tratados los problemas y encontradas las soluciones la realidad se modificada y las desigualdades desaparecían. Lástima que sólo se juntaban una vez por semana...