jueves, 9 de mayo de 2019

lunes, 17 de diciembre de 2007

Otra vuelta más


La heterogeneidad trae renovación. Más puntos de vista, mayor posibilidad de apertura mental. Claro, la charla -ya encendida a esa altura- estaba en su mejor momento. A pesar de algunos egresos poco lamentados ya que no eran miembros estables del "club de las ideas" la disertación seguía adelante. "No se los echará de menos", pensó uno de los que mantenía su silla.

Sin prestarle mucha atención pero conscientes de que a cada tema nuevo, o bis de uno en tratamiento se sumaba otra pinta bien helada, la cuenta se iba acumulando. En forma sostenida, como una marea que va ocupando terreno lenta pero constantemente, la consumición se acumulaba en silencio.

Cuando la última silla del salón hubo de estar dada vuelta, el piso barrido y las luces por completo apagadas (salvo la que daba sobre aquella proyectada mesa) cayó sobre la misma el veredicto final de la noche. En realidad fueron dos. Uno, en la síntesis de la charla pudo saberse que a los cuatro personajes que habían estirado su participación -si bien no estaban del todo de acuerdo- los unía un hilo conductor del temario general que se había tratado sobre tablas.

El otro, tanto más grave que el anterior y que los hermanó (obligadamente) como pocas cosas en la vida fue el exorbitante resumen de los gastos . Los efectos etílicos se diluyeron en cuestión de segundos. La frondosidad del ticket casi hace entrar en pánico a dos del reducido grupo. Las rápidas cuentas mentales terminaban mucho antes del número que les estaban entregando.

Casi en forma coreográfica, los cuatro miraron hacia la punta vacía de la mesa. Los restos de minutas y vasos con espuma delataban un semi banquete que, según presumían, había quedado impune y se les imputaba. No quedó otra que reacomodar la erogación originalmente planeada y repartir, más o menos, en partes iguales la cuenta.

Camino a su casa, uno de los presentes, volvió sobre lo ocurrido buscando, en vano, el punto de inflexión que marcara el alejamiento de los números. No pudo. O bien algunos de los asistentes habían obrado tan bien como para borrar sus huellas y dejarle el muerto a los que, finalmente, pagaran lo consumido (algo probable); o la camarera vio la oportunidad y el jueves a la noche facturó un sobre sueldo digno de la época menemista.

Ambas especulaciones eran viables aunque la tercera, tras volver el foco a los últimos asistentes, deslizaba que la semejante mamúa que habían adquirido en pocas horas bien podría hacerse hecho acreedora de tal suceso. Las tres teorías, o ninguna, eran ciertas.

domingo, 19 de agosto de 2007

La sobremesa


La inmensidad de la noche imponía su respeto. En silencio, el grupo ubicado alrededor del fuego se mantenía absorto en las llamas que lentamente desprendían cierta luz y calor. Nadie se movía. Todavía no lograban discernir si el arroz cocinado había sido bueno o el hambre era demasiado.

Al borde de un espigón rocoso, sus carpas tenían la mejor vista de la bahía y nadie se preocupaba más allá de lo necesario. Los días no tenían comienzo ni fin. Una estadía ideal para relajarse y reconectarse con la naturaleza y uno mismo.

En aquel momento, el Cabo Polonio era ajeno a toda la movida que le sucedería años después. Las pocas casitas que habían crecido en su escarpada pradera compartían escenario con otras tantas carpas que decoraban el paisaje y mezclaban gente de lugares aledaños y algún que otro turista. Todo en perezosa armonía.

El viento de la tarde siempre arrastraba algunas notas de guitarra dejadas escapar por alguien diestro en el instrumento. Mientras que las señales de la noche estaban marcadas por las estrellas y las noctilucas (organisnos microscopicos del mar que son fosforescentes). El reflejo de ambas (unas desde arriba y otras desde abajo) brindaban una escena única cada vez que el sol se ocultaba en el mar.

Los 20º grados de cada jornada nocturna provocaban una doble sensación: por un lado, el hecho de poder aprovecharla hasta el fin; y por el otro, dejarla que suceda y contemplarla sin intervenir. Así, el grupo compuesto por varios amigos aprovechaba su estadía en el incomparable lugar. Todos bien diferenciados pero a la vez unidos en el sentimiento común que los convocaba. El verano puede ser un lugar común en el que muchos se encuentran, por más que no sea por un lapso de tiempo. Algo así sucedía con este curioso contingente de argentinos.

Con el despertar marcado por el termómetro (cuando hacen más de 28º grados dentro de una carpa, el aire se torna irrespirable) y el fin del día (más bien la noche) determinado por diversas circunstancias, abarcaban cada jornada como si fuera la última compartiendo o no con los demás habitantes del accidente terrestre. Nadie descartaba que los ocasionales moradores (es decir, el resto de los que habitaban el Cabo) pudieran ser amistosos, locos, asesinos o simplemente inofensivos. Sólo que inconcientemente evitaban el contacto con los demás.

Esa noche, abusivamente estrellada, en torno al fogón donde se había cocinado un triste arroz (ni sal tenía), los argentinos trataban un popurrí de temas típicos de una reunión heterogénea. En eso estaban los muchachos cuando un merodeador con proyección de "loco de la vida" (lo que se dice un pancho) se acercó al grupo haciéndose el místico. "¿Hueee, como va? Gran nocheeee eeeehhh" (luego dedujeron que era fanático de las e), dijo mirando a todos sin mirar.

Como si se tratara de lo más natural del mundo y su interrupción fuera tomada como una solucitud de algo, uno de los integrantes le cortó el libreto y su posibilidad de relato. "Acá, haciendo la sobremesa", le respondió en el mismo tono. La respuesta perturbó al inquisidor. Seis flacos tirados en el pasto, alrededor de una fogata media apagada, una pila de platos y una olla negra con dudosos restos de arroz estaban lejos de aquel término tan cotidiano como descolocado. Tanto fue su desconcierto que no tuvo más que pegar media vuelta y volverse por dónde había llegado. Al mismo tiempo (la mini escena duró apenas cinco segundos) el silencio recuperaba su fuerza y la fugaz aparición quedaba olvidada en lo profundo de la noche.

lunes, 30 de julio de 2007

Disertaciones nocturnas


Entusiasmados con la conversación no se dieron cuenta de la hora que era. Después de haber cumplido con el rito semanal del partidito de fútbol en la cancha de siempre, este entusiasta grupo de amigos estructuró su post amistoso en torno a un par de muzzarellas y unas cuantas cervezas rubias.

Como siempre, la charla se sometía a un furioso zapping no sin antes agotar el tema que ocupaba el centro de la escena. Cuando se llegó a la tercera hora de parloteo, diversas argumentaciones (algunas muy elaboradas; otras icomprensibles) habían sido analizadas desde distintos puntos de vista. Era, sin más, el clásico ejercicio retórico que se practica día a día en todo el mundo y se remonta hasta la epoca dorada de los griegos.

Atrás habían quedado un par de patadas a destiempo y cientos de protestas producto del juego apasionado, tal como se vivía en aquel pequeño reducto verde. La costumbre o el azar habían elegido un bar de mala muerte como destino de aquellos encuentros. El mozo de siempre, con su delantal blanco y su pelada lustrada, miraba cada 15 minutos su reloj esperando que la hora avanzara sin cesar.

El ambiente del local podía compararse con un antro de Constitución a las 3 de la mañana de un martes. Algo que, sin embargo, no disgustaba al sexteto presente que fogoneaba cada tema como si fuera el último, no sin antes llenar y vaciar sus vasos.

Cuando un tercio de los problemas del mundo pudo ser resuelto con un par de conceptos que conformaron a todos (o a casi) , los muchachos cayeron en la cuenta de que la noche ya estaba avanzada y que por más que se apuraran a tratar más temas en esa sesión no iban a terminar antes del amanecer.

Por eso, de común acuerdo decidieron aplazar el tratamiento de varios temas y anotarlos para el siguiente meeting. Lamentablemente, lo que les quedaba por delante no eran temas para nada sencillos: aún debían solucionar el hambre en el América Latina, el futuro de Africa y la problable despenalización del consumo personal de Churro Loco en la Argentina.

Cómo se verá, el temario restante comprendía un volumen muy importante que, seguramente, demandaría unas cuatro o cinco reuniones más. Pero, lo que dejaba internamente satisfechos a los seis personajes era que una vez tratados los problemas y encontradas las soluciones la realidad se modificada y las desigualdades desaparecían. Lástima que sólo se juntaban una vez por semana...

miércoles, 27 de junio de 2007

El misterio de la momia china que se fumaba uno



(EFE) Un grupo de expertos chinos se haya inmerso en la disección de una momia de 2.800 años que fue enterrada junto a hojas de marihuana en un intento de resolver lo que se ha convertido en el gran misterio arqueológico nacional, ya que esa sustancia no era empleada por las antiguas civilizaciones chinas.



El cuerpo embalsamado del que se cree fue un chamán de entre 40 y 50 años fue hallado hace tres años en el oasis de Turpan, al noroeste del país, un importante lugar de paso en el siglo I AC cuando la ruta de la seda alcanzó su esplendor. Hasta ahora los científicos no habían iniciado el estudio de la momia por temor a dañarla y, en efecto, al abrirla han podido comprobar su mal estado, incluso peor que el esperado.'Es un caso especial', dijo a Efe el director de la oficina de patrimonio cultural de Turpan, Li Xiao, quien señaló que de momento no se ha podido determinar el origen del embalsamado, aunque parece ser 'que era una persona de rasgos caucásicos'.

Pero lo que los arqueólogos no alcanzan explicar es cómo llegó el supuesto chamán hasta Turpan, ya que las culturas que conocían el cannabis se encontraban a miles de kilómetros.Para el profesor Li, la momia podría proceder de las zonas del Mar Negro, donde ya en épocas neolíticas se usaba la marihuana en ceremonias religiosas y curaciones. Pueblos que vivieron cerca de ese mar, como los tracios, los escitas, los asirios o los persas conocían y empleaban la marihuana.

El cannabis también se conoció tempranamente en la cultura hindú y no se descarta que la momia tenga un origen tibetano o de otros pueblos del Himalaya ya que, según los botánicos, fue en el 'Techo del Mundo' donde se originó esa planta con propiedades psicotrópicas. Sin embargo, el posible origen extranjero del embalsamado no parece encajar con el hecho de que fue encontrada en un enterramiento colectivo de Turpan, junto a otras 2.000 tumbas y 600 momias 'locales'. Los cadáveres, según los arqueólogos, corresponden a distintas épocas, que van desde la Edad de Bronce hasta la dinastía Tang (siglos VII-X de nuestra era).

A pesar del mal estado de la momia, el profesor Li señaló hoy que seguirán estudiándola para conocer mejor los orígenes del chamanismo en el noroeste de China, una zona actualmente habitada por etnias emparentadas con los turcos, como los kazajos o los uigures. Jia Yingyi, del museo regional de la región, afirmó que la momia lleva ropa, botas y sombrero de cuero, así como un manto de tela tejida con cenefas triangulares. Además de las hojas de marihuana, guardadas en una bolsa, se hallaron junto al cadáver embalsamado grandes joyas de oro y bronce, además de un collar de turquesas.

En la mano izquierda el supuesto chamán porta un hacha de bronce, y en la derecha una vara adornada con tiras de cobre.La prensa oficial en China ha concedido especial atención a esta momia, a la espera de ver si los expertos finalmente podrán desvelar estos días su origen y resolver el misterio de la presencia de marihuana, una sustancia que sigue siendo poco conocida por los chinos. El cannabis es conocido por los chinos como 'dama', que traducido literalmente significaría 'gran cáñamo'.

La medicina tradicional china ha usado miles y miles de hierbas a lo largo de la historia, por lo que también se cree que la planta del cáñamo pudo ser usada como narcótico, aunque su uso fue poco extendido.Actualmente, la posesión y consumo de marihuana están prohibidos en China, aunque, como ocurre en otros países, las autoridades no suelen perseguir muy activamente a los pequeños consumidores. En China, muchos de los vendedores de marihuana la obtienen de cultivos de Asia Central y son uigures de Xinjiang, precisamente la región donde se ha encontrado la enigmática momia.

viernes, 18 de mayo de 2007

El último adiós


No podía ser de otra manera. Su despedida iba a ser tal como fue: dentro de un campo de juego. Tacos, goles de otros partidos, pisaditas (no tantas pero suficientes), leña, y puntazos, entre otras, componen el espectro de jugadas que atesorará, de ahora en más, por siempre en su memoria. Sí, porque siempre es difícil decir adiós y más a una inseparable amiga. (*)


Tantos partidos, tantos recuerdos. Claro que sus comienzos no fueron fáciles. Llegada al mundo para una tarea muy diferente de la que terminó desempeñando tuvo un largo y duro período de adaptación. Pero, sin levantar ni una sola queja tomó su nueva responsabilidad como causa propia y fue para adelante.

En su nuevo entorno arreciaron las burlas. Que las patinadas, que el color (si, en ese ambiente tan "cassual" existe mucha discriminación), que la forma de pisar y otras tantas cosas irreproducibles debió soportar durante largos años de carrera. Sin embargo, perseveró y, como pudo, impuso su presencia.

El destino supo recompensar tanta entrega. Claro que hubo noches amargas, como en cualquier historia, pero también hubo de las otras. Con el correr del tiempo se fue ganando un apodo (Topperola) y el respeto de sus pares, justamente. Las miradas de reojo, lentamente, cambiarían de dirección con la llegada de la magia que aportaría cada vez que se presentaría en escena (en contadas ocasiones se convertiría en pésimo hechizo pero no serían tantas como para tenerlas demasiado en cuenta).

La Caída

Supo estar presente en grandes acontecimientos. Como aquella vez cuando, en una noche cerraba, hubo un terrible temblor. Muchos recordarán el hecho pero no su causa. El acontecimiento ocurrió horas después de llegada de la luna, en una jornada invernal a orillas del Gran Río. El suceso, relatado hasta el hartazgo por los lugareños, estuvo cerca de provocar una ruptura social.

El trámite estaba parejo. Los protagonistas, encendidos. Una obra de la casualidad dispuso que entre los rivales figurasen dos con las mismas armas. Sí, dos afamadas “Topperolas” (unas de cuero; otras de lona) se vieron las caras en un match sin tregua. El prontuario de ambas distaba de ser ejemplar y se sacaban chispas cada vez que se cruzaban. Nuestra amiga estaba presente y, aunque participaba, no tomaba partido por ninguna.

Ocurrió lo inesperado a pesar de que algunos -conciendo al personaje- podían llegar a intuirlo. Pantanetti, quién abusaba de un par de topper de lona del ´87, decidió terminar con la vida de La Morsa de Acassuso en el preciso instante en que esta pasaba cerca de su radio de acción. El guadañazo asesino que le propinó no estuvo muy lejos de acercarlo al cajón del velatorio. El derrumbe que provocó fue imposible de parar. Sin punto de apoyo posible (una zapatilla estaba con las dos de Pantanetti y la otra girando en el aire preguntándose qué corno sucedía) perdió cualquier estabilidad posible e impactó (de lleno) en el sintético del Bajo.

Como si hubiera durado horas, la acción pareció detenerse en el tiempo y avanzar cuadro por cuadro. La caída –el sujeto quedó horizontal en el aire- intimidó tanto a todos que el encuentro se suspendió temporariamente. Las autoras materiales de la obra, impertérritas; los intelectuales, en situaciones opuestas. Uno se desentendía del hecho al grito de “no lo toqué” (con las manos arriba); el otro, lo miraba con ojos inyectados y amagaba con pasar a la acción.

Lo cierto es que, la venganza tomó color más tarde, por lo que ambas colegas (lona y cuero) quedaron a mano no sin dejar algunos jirones de material abandonado en la cancha. La historia estaba planteada así y nadie podía ser menos a la hora de demostrar su juego.

La Despedida

Entrada en años y con cientos de batallas encima, mi estimada amiga fue fiel a sus pergaminos. Sin dejar que las múltiples heridas cercenen su rendimiento (las costuras que unían su empeine con la suela casi no existían) entregó su caudal de fútbol hasta el último instante del partido. Con mucho orgullo y agallas no se amedrentó cuando, faltando 12 minutos para el final de su carrera, sólo los cordones mantenían en (el) pie su último aliento.

Doce goles, treinta y cinco habilitaciones, 89 certeros pases, 17 ataques cortados, 4 foules (dos de cierta gravedad), un taco (magistral) y un caño (a Masia) componen su record final. Una tarjeta ejemplar que demuestra de un solo pantallazo el esplendor de una carrera que termina. El después será parte de otro mundo. Su círculo se completó y su ciclo se cerró. Nadie podrá decir que esta aguerrida -de toque exquisito- Topperola de fútbol no entregó todo lo que tenía para dar. Desde aquí, el Adiós a una grande que tendrá su lugar especial en mi memoria.


(*) Foto: Minutos después de su despedida accedió a que se la retrara por única vez.

miércoles, 18 de abril de 2007

Disertaciones mentales y (muy) menores


Lluvia. ¿Volverá a llover? Y sí, claro que va a volver a llover. ¿Quién se puede preguntar seriamente algo así?¿En qué estado tan paralizado tendrán el cerebro algunos para hacer semejante pregunta?? Cierto es que la indiscriminada exposición a los medios (sobre todo TV, aunque en la radio se escucha a cada uno...) produce una imbecilización progresiva casi irreparable pero tampoco es todo culpa del otro.

Sería estupendo que así fuera. "La culpa de que no piense es de la tele". Ja! Bastaría con dar de baja a la "caja boba" (lejos está de serlo) para que se acabe el idiotismo en el mundo, de un día para el otro. Prodigioso. Pero que bajaría...sin dudas.

Ahora le toca a los que viajan en tren. Regla elemental de la física: nada puede ocupar dos veces el mismo espacio al mismo tiempo. Entonces...¿Por qué está lleno de infradotados/as que cuando se abren las puertas del tren (en cualquiera de sus ramales) no dejan bajar primero a los que salen para luego hacer su ingreso? Un cuestionamiento que todos se hicieron alguna vez en su vida. Claro, la pequeña venganza siempre puede quedar a mano. Un codo bien puesto o una linda pisadita "sin querer" pueden honrar la memoria de los buenos pasajeros que piensan en el otro.

Por otro lado, los ciclistas no quedan al margen de esta situación. El furgón, irremediablemente, en el 90% de los viajes está colmado de travellers que ocupan un espacio que no les está destinado a ellos. Lectores despatarrados, colegiales con ganas de bardo y demás especímenes pueblan la fauna de estos vagones grandes destinados, principalmente, a las bicicletas.

Pero, como la bicicleta en el tren manda, una verdad irefutable y aceptada tácitamente, siempre habrá un lugar dónde ubicarla porque nadie -nadie- gusta de un roce de la rueda con restos de barro en su pantalón. Y si encima se le agrega que a la salida se puede usar el manubrio como escudo-barredor da la pauta de que la redención del habitual usuario del tren queda en manos de los benditos ciclistas.

Bueno, por hoy, ya me descargué un poco...